Aquel día era gris, las nubes azotaban el cielo y el viento frío acartonaba su piel. Había llegado la hora, había llegado la hora de dejar el pasado atrás, de empezar una nueva vida y olvidar todo lo que había pasado hasta aquel día. Quería empezar de cero, empezar de cero con ella, con su vida, con todo.
Había conseguido acallar las voces de la inmoralidad, las voces que hablaban de lo que no sabían.
Había estado triste, melancólica, se había sentido sola, tan sola que se asfixiaba. Pero todo eso terminó, ya era hora, por fin, de vivir su vida a su manera, de ser ella misma y respirar su aire y no el de los demás. Legó la hora de dejar sus miedos atrás, de dejar de dar tumbos en un plano paralelo, de dar patadas por la vida sin rumbo.
Este era el principio de una nueva era en su mundo, el principio de su nuevo universo, que solo compartiría con ella, con su alma gemela, con un nuevo aire que respirar, una nueva vida que vivir.
Lo necesitaba, lo ansiaba, lo deseaba.
Iba a concentrar toda su fuerza en ello, poner todo su empeño para salir adelante y sabia que sí,que lo iba a conseguir.